jueves, 21 de febrero de 2008

Aromas de ciudad

El encantador y picante aroma que percibia al entrar al edificio era comparable al que se respiraba al salir y pasar al lado del puesto de carnitas que se asoleaban a la interperie de Arcos de Belen, ahi donde las moscas sobrevolaban y aterrizaban felices sobre las lonjas de carne al ritmo de "pasele, pasele".

Recuerdos de tiempos pasados, de colchones orinados y ropa de cama manchada de color ambar y humedad. El aroma de los servidores publicos que pasan el dia hablando y tomando cafe, inundando la cara del interlocutor de ese desagradable tufo que se impregna y de lo nauseabundo de sus mentiras y holgazaneria disculpada burocracia mexicana.

El caminar por el eje central chocando con los puesteros que ofrecen software, discos, sueños e ilusiones a precios mas bajos que en las vitrinas o aparadores, de la gente que repta por esas zonas buscando ahorrarse unos centavos para salvar un poco la ya de por si lastimada economia proletarial.

Encontrar una coladera destapada, sentir el mareo de el lodo podrido que emerge furiosamente de sus entrañas, virar la cabeza y mirar el puesto de tacos de pastor en la entrada de Meabe y encontrarte en el centro mismo donde todo ello se mezcla... Los sonidos, los sabores y los olores, el viento soplando en tu rostro, los autos arrojandolo con fuerza, la marea subiendo y bajando en los estomagos sensibles.

Bendita sea la gripa y las narices constipadas, se les nota viajar felices en medio de esa inmundicia, bienaventurados los que gozan de la dicha de vivir eso todos los dias, ya que la fuerza de la costumbre los ha hecho victimas adictas a semejantes menesteres, al final felices los que han crecido viendo eso cada dia, y que aun a pesar del glamour del Azteca, siguen insistiendo en usar altisonantes y el distintivo tono de voz de las berrerias del centro estilo La Merced, el Mercado de Sonora y Tepito.

El subirme en mi maquina del tiempo y elevarme a la eternidad pasando por parajes de la Bondojo, la avenida Morelos, la terminal de la Tapo y la colonia Pensil, me permite agradecer dia a dia por vivir aqui, en Mexico, en la ciudad mas grande del mundo donde todo puede suceder y donde la poesia y ocurrencia de mi gente, me permite seguir escribiendo y pensando en todos esos ayeres que mi vieja ciudad de hierro ha recorrido.

Vieja ciudad de hierro, con sus parques y edificios coloniales, con su gente que camina sin descanso, con sus acueductos y sus calles, convertidas en veloces ejes viales, con su cuerpo maltrecho por años y culturas que han pasado, por la gente que sin ver ha albergado, con sus carros, sus fabricas y gentes, que se hacinan y su muerte no la sienten...

Si algun dia su historia tiene algun remanso... dejaria de ser ciudad.

Bienvenida niña mala a la este centro de polucion mundial.

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